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EL HONGUITO MÁGICO

En una selva encantada repleta de arbolitos y animales vivía un honguito muy pequeño con manchitas de colores azules, rojas, amarillas, naranjas y verdes.
Contaban las personas que según una vieja leyenda, el honguito concedía deseos a las personas más tristes del planeta, aunque a veces, pero unas pocas le era imposible cumplirlos.
Nadie, salvo los seres vivos que allí habitaban y los duendecitos y haditas mágicas de aquel lugar podía creer en esta historia.
Una vez, un niño muy presumido, egoísta y antipático se quedó atrapado en esa misteriosa selva. Desesperado por el susto buscó y buscó algún camino que lo acerque a su casa, pero no encontró ninguno. Rendido y decepcionado se sentó sobre un tronquito de un árbol caído y al pensar alguna solución y no encontrarla comenzó a gritar con todas sus fuerzas, pero nadie lo escuchaba. Gritó nuevamente, pero esta vez con muchas más ganas y por fin alguien lo oyó. Era la hormiguita Cocorita.
-¿Quién te a traído hasta aquí?- Dijo la hormiga sorprendida
-No lo recuerdo - Respondió Gabriel con las manitas temblando y la voz quebrada de tanto llorar
-No te preocupes - dijo cocorita -¡Yo te sacaré de aquí!
-¿Pero cómo harás?- Preguntó el pequeño secándose las lágrimas de su carita empapada
-Te marcaré el camino que te llevará a tu casa y así podrás volver a ver a tu familia- Contestó muy segura la hormiga.
-¿De veras? ¡Qué bueno!- Exclamó el pequeño
-Acompáñame - Sugirió la hormiguita.
Entonces el niño la acompaño, feliz y agradecido luego ella le señaló un pequeño hongo lleno de preciosos colores y le dijo:
-¿Ves aquel hongo? Debes tocarlo y pedirle un solo deseo, pero antes cierra tus ojos…
El chico cerró sus ojos, posó sobre el sus pequeños deditos y le confesó su más profundo anhelo:
“Deseo volver a casa y encontrarme con mamá, papá y todos mis hermanos”. Te prometo que me portaré muy bien y no seré ya un niño rebelde y egoísta… ¡Cambiaré! Lo prometo ¡Cambiaré!
Sus manitas brillaron como dos estrellas en el cielo, sus ojos se iluminaron y se abrieron a la velocidad de la luz tan de repente que le había parecido todo un sueño. Ya no estaba en ese lugar tan desolado y triste. Ahora se encontraba en su hogar con la gente que más lo quería. Desde ese entonces el niño vive para contar una bella historia, la historia de un sitio maravilloso, un sitio en el que nunca nadie creyó. Ahora si se puede decir que los niños del planeta Tierra son los más felices del universo y Gabriel un niño bueno, humilde y amable, en fin un angelito de Dios.
 
Fin

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